martes, 7 de octubre de 2008

Marcel Duchamp

Antonio López

Salvador Dalí

Mariano Ballester

Mariano Ballester Navarro

(Alcantarilla, 1916 – Murcia, 1982)

Reseña biográfica:

La pintura de Mariano Ballester es variada, colorista y en continua evolución. Las transiciones de su obra estuvieron condicionadas tanto por las ciudades en las que vivió (Madrid, París y Murcia) como por su interés en experimentar con técnicas, estilos o temas diversos, e incluso soportes bien diferentes, destacando como escultor o ceramista y, especialmente, como grabador (especialidad en la que obtuvo el Premio Nacional en 1955).

Siguió a los clásicos durante su periodo madrileño, dando un salto hacia los expresionistas como consecuencia de su estancia en París, para finalmente entrar en su fase más dinámica y vanguardista al regresar a España, formando con César Arias y Ceferino Moreno el grupo “Puente Nuevo”.

Interés para el proyecto:

Su interés en este proyecto radica en su evolución, sin dejar de ser figurativo, hacia la utilización de la mancha de color para crear patrones que se superponen a la figura representada.

Ramón Gaya

Ramón Gaya Pomés

(Murcia, 1910 - Valencia, 2005)





Reseña biográfica:

Nació en Murcia (Huerto del Conde) el 10 de octubre de 1910. Fue un pintor precoz, a los diez años participo por primera vez en una exposición colectiva regional, organizada por el circulo de Bellas Artes de Murcia, y a partir de aquí contacta con reconocidos pintores y escritores de la época y desarrolla su actividad en el mundo de la escritura y la pintura

Ramón Gaya visitó París por primera vez en 1928 gracias a una beca del ayuntamiento de Murcia, y en compañía de otros dos pintores murcianos, Pedro Flores y Luis Garay. Contaba tan sólo con dieciocho años y ya formaba parte de un círculo de jóvenes poetas y pintores, seguidores de las corrientes modernas que simbolizaba París, aficionados a las novedades cubistas, puristas y surrealistas de la época (Bonet, 1995). Los tres artistas tenían contratada una exposición en Aux Quatre Chemins.

En diversas manifestaciones posteriores, Gaya manifestó que la vivencia directa y la contemplación cercana de la “meca” del arte moderno le produjo decepción.

En una carta enviada desde París decía “Tiene usted una idea falsa de París, querido amigo. En París no se paga el mejor cuadro, se paga la mejor firma; se vende por tamaños. Aquí los bastidores tienen unas medidas fijas y se venden a tantos francos el numero. Tiene esto algo de matemáticas. Cuando “se llega” se paga un precio; cuando hace una año que se vive en París, se paga otro.....” “En París se vende la pintura por metros; como los solares por construir. Todo el mundo dice que en España se vende muy caro (cuándo se vende), pero, claro, no se vende nunca. Las señoras francesas que compran cuadros, no puede usted figurarse el gesto de comprar alfombras que tienen. A mí siempre me parece que van a decir: ¿no tiene ninguno mas pequeño? Yo no pensaba gastar tanto”.

A su regreso decidió distanciarse de esas referencias parisinas y los años siguientes fueron para el de ahondamiento en un proyecto al margen de las vanguardias, de las que termino respetando tan solo a figuras aisladas como Paul Klee o Picasso (Bonet, 1995).

Tras la guerra española, se exilio en México, tardando trece años en regresar a Europa, concretamente y de nuevo a París, donde se reencuentra a través de los pintores que lo “ayudan a entrar de nuevo en Europa”, ve su vida a través de la pintura de Rembrandt y Tiziano, Seurat, Cezanne o Toulouse-Lautrec. Este es el París que el ama, la tierra de la pintura, de los viejos maestros, que pasara a ser una referencia y una de las ciudades, junto con Roma y Venecia, que destacaran en su trayectoria (Trapiello, 1995).

En ese momento (julio de 1952) le escribe a Tomas Segovia, que continua en México, “Mi mayor decepción ha sido el Louvre; después de un ayuno tan largo, comer un poco me dejo mas hambriento. Claro que hay unas cuantas cosas de primer orden. Para empezar, dos Rembrandt que no se que decirte de ellos, pues son definitivos, absolutos, y por lo tanto no hay mas que hablar. Después, un Van Eyck que anonada, que le deja a uno sin respiración.....Un Rubens (su mujer con los hijos) que sin duda se trata de un verdadero milagro, sin mas, y por lo tanto de nada nos sirve lamentarnos de su barroquismo, de su exceso, de su mal gusto sobrante: los milagros son como son....” Y así continua, con el entusiasmo, la sorpresa y la ilusión de un niño grande que redescubre el mundo que de verdad le apasiona después de un paréntesis, llegando incluso en ese apasionamiento a ser atrevido y un poco irreverente cuando dice: “Una sorpresa: “La Gioconda” me parece infinitamente peor, de peor calidad que la recordaba, pues incluso como invento es bastante ....casero; es sorprendente a que disparates puede arrastrar la idolatría de las gentes, ya que mi conferencia del Ateneo hace unos años, tan tímida como me resulta hoy, recuerdo que por entonces sonó como una de esas herejías que nos permitíamos los jóvenes de vanguardia”.

Poeta asimismo, tan difícil que resulta hacerle hablar sobre sus cuadros, sin embargo en sus versos si que nos explica claramente cómo siente la pintura:

De pintor a pintor

El atardecer es la hora de la Pintura

Tiziano

Pintar no es ordenar, ir disponiendo

sobre una superficie, un juego vano,

colocar unas sombras sobre un plano,

empeñarte en tapar, en ir cubriendo;

pintar es tantear –atardeciendo-

la orilla de un abismo con tu mano,

temeroso adentrarte en lo lejano,

temerario tocar lo que vas viendo.

Pintar es asomarte a un precipicio,

entrar en una cueva, hablarle a un pozo

y que el agua responsa desde abajo.

Pintura no es hacer, es sacrificio,

es quitar, desnudar, y trozo a trozo,

el alma irá acudiendo sin trabajo.

Mansedumbre de obra

Acude entero el ser, y, más severa,

también acude el alma, si el trazado,

ni justo ni preciso, ha tropezado,

de pronto, con la carne verdadera.

Pintar no es acertar a la ligera,

ni es tapar, sofocar, dejar cegado

ese abismo que ha sido encomendado

a la sed y al silencio de la espera.

Lo pintado no es nada: es una cita

-sin nosotros, sin lienzo, sin pintura-

entre un algo escondido y lo aparente.

Si todo, puntual, se precipita,

la mano del pintor –su mano impura-

no se afana, se aquieta mansamente.


(Nueve sonetos del diario de un pintor, 1982)


http://www.museoramongaya.es/accesible/ramongaya/


Interés para el proyecto:

El interés de Ramón Gaya para el proyecto radica en su concepción de la pintura. Al márgen de que su referente es Velázquez, como en el caso de Antonio López, para Gaya, como expresa en su poesía "De pintor a pintor", pintar no es solo el patrón de manchas que se genera, es las sensaciones que plasma en dicho patrón el pintor y las sensaciones que percibe el observador la la búsqueda de la relación "entre un algo escondido y lo aparente".


Julio Ruzafa

Julio Ruzafa Benavente

(Murcia, 1928 –1999)

Reseña biográfica:

Estudió en la Academia de Dibujo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y en la Escuela de Artes y Oficios, donde recibió clases de José Seiquer, Planes, Garay y Victorio Nicolás.

En 1948, una beca le permitió marchar a Madrid y acudir a las clases de la Academia de San Fernando, ingresando al mismo tiempo en la Escuela de Periodismo, actividad esta última a la que se dedicaría profesionalmente. Desde Madrid escribió para “Línea”, “La Verdad” y otros periódicos locales.

En 1958 se desplazó a Colonia donde se estableció durante treinta años, escribiendo y realizando su actividad periodística al mismo tiempo que pintaba. Su interés por el periodismo y la entrevista, así como por el retrato pictórico, le llevó a crear el “psico-retrato”, que es el resultado del estudio de los personajes entre la observación periodística y la pictórica. Dichos retratos tuvieron un gran éxito de público y crítica en Alemania, donde llegó a exponer en el Parlamento alemán. En estos años viajó por toda Europa y el norte de Africa, paisajes que reproduce en algunas de sus obras.

En 1988 regresó a Murcia donde realizó sus últimas exposiciones.

Su obra se caracteriza, además de por la originalidad de los ya mencionados psico-retratos, por la fuerza de color de su paleta, el uso exclusivo de la línea recta en el dibujo de sus figuras y por la continua investigación de nuevas formas de expresión. Destacan sus retratos, sus representaciones de gatos, y sus estampas taurinas.

Interés para el proyecto:

No siendo un pintor excesivamente conocido, el interés de Julio Ruzafa para este proyecto radica en su exploración de dos tipos de patrones que se superponen: los psicológicos-intelectivos y los meramente estéticos. Los dos tipos de obras clave para ello son los psicoretratos en los que los patrones de sombras y formas del retrato del personaje se contruyen con datos de su biografía, su personalidad o sus aficiones, y los cuadros de caracoles, en los que los patrones de color creados por el discurrir aleatorio de caracoles sobre el cartón se reinterpretan con figuras pintadas sobre ellos en el contexto de una unidad temática.

Pedro Cano

Pedro Cano Hernández

(Blanca, 10 de agosto de 1944)









Es uno de los pintores murcianos actuales de mayor proyección internacional y uno de los principales exponente del neorrealismo español. Así lo demuestran sus habituales exposiciones en Italia, Estados Unidos y otros países a ambos lados del Atlántico.

Fue un artista precoz, que produjo sus primeros óleos a partir de los diez años. En 1965 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como maestros a Antonio López, Juan Barjola y Rafael Martínez Díaz, y cuatro años después ganó una beca para la Academia de Bellas Artes de España en Roma, ciudad cerca de la que tiene establecida su residencia (concretamente a 30 km de la misma, en la pequeña ciudad de Anguillara), y que comparte con estancias en Nueva York, prolongados viajes por escenarios exóticos, y numerosas y fructíferas recaladas en Blanca, donde mantiene abiertos casa y estudio.

1972 fue el año de su primera exposición individual, que tuvo lugar en Murcia en la galería Zero de la Plaza de la Cruz.

Pedro Cano hace gala del virtuosismo de los realistas a la hora de abordar el dibujo, aplicándolo a los temas más variados: desde el mínimo pero minucioso apunte de una flor, una hortaliza o una puerta, a los paisajes urbanos (ya sea Roma, las ciudades del desierto o las azoteas de Nueva York) y de naturaleza o a las monumentales composiciones donde se constata una evidente preocupación por el constructivismo.