Tener a tu hijo en los brazos por primera vez, todavía verdoso y sanguinolento, temblando e indefenso, apenas enfrentándose a la necesidad de respirar. Lo que esa vida vaya a terminar siendo dependerá de la tuya propia, de cada acción, de cada intención, de cada gesto, de cada tono de voz...del cariño que seas capaz de transmitirle.
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